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Los Estigmas del Padre Pio

 

En la mañana del viernes 20 de septiembre de 1918, rezando delante del crucifijo del coro de la vieja iglesia, recibió los estigmas, que quedaron abiertos, frescos y sangrantes por medio siglo. Lo relata así a su confesor: "era la mañana del 20 de septiembre. Estaba en el coro después de celebrar la santa misa; me sorprendió un adormecimiento similar a un dulce sueño. Todos los sentidos interiores y exteriores y hasta la misma facultad del alma se sumieron en una quietud indescriptible. A todo esto se hizo un silencio total en torno mío, se apoderó de mí una gran paz y abandono a la completa privación de todo y una suspensión en la misma ruina. Esto me sucedió como un relámpago. Y mientras sucedía todo esto, me vi ante un Misterioso Personaje, semejante al visto en la tarde del 5 de agosto, diferente solamente en esto: las manos, los pies y el costado chorreaban sangre. Su visión me aterrorizó, de tal manera que lo que sentí en aquel instante no podría describirlo.

Me sentí morir y hubiese muerto si el Señor no hubiese intervenido para fortalecer mi corazón que parecía salirse del pecho.

La visión del personaje desapareció y vi que mis manos, mis pies y mi costado estaban traspasados y manaban sangre".

 

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